martes, 30 de noviembre de 2021

Déjala que baile.

Viendo la esperada gala del Balón de Oro recordaba ayer esa canción de Melendi, Alejandro Sanz y Arkano. El asturiano se juntó a otros dos cantantes con la intención de hacer una especia de himno feminista y lo que salió fue, pues eso, una canción machista entendida desde la óptica de 3 "señoros" que creen que la frase "Déjala que baile" aporta igualdad y libertad, que no fueron capaces de percibir (o es que igual lo conciben así) que el feminismo está en la posibilidad de que ella baile o no sin la tutela y el permiso de nadie, y la canción pedía "Déjala que baile" como en años ya pasados los maridos dejaban que sus mujeres sacaran dinero del banco, llevaran minifalda o trabajaran. Su feminismo como una especia de generosa concesión por la que encima hay que darles las gracias y alabarles pero que mantiene el poder de decisión y la posición predominante en el hombre, pues ella baila (o juega al fútbol) porque él, en su misericordia y generosidad, la deja.

Y el Balón de Oro es algo parecido. Sí, entregan un Balón de Oro a la mejor jugadora del año pero la futbolista en cuestión nunca es la protagonista, tan sólo lo es en el momento en el que recibe el galardón. Ahí es cuando llega la generosidad masculina de dejarla bailar. Entre tanto, el protagonismo absoluto es para el hombre. Y no sólo para el que recibe el Balón de Oro. Toda la gala gira en torno al premio masculino. Todo está medido al milímetro para ese galardón. Las referencias, los vídeos, los puestos de finalistas, los premios anteriores (mejor portero, mejor goleador, mejor jugador joven) son todos masculinos y también los protagonistas: el presentador es un exjugador de fútbol (la presentadora, periodista. Otro día hablamos de cánones de belleza). Los premios los entregan todos hombres: Cannavaro, Luis Suárez, Mbappé, el propio Drogba. Con los Balones de Oro llegan dos hombres, dos pilotos de Fórmula 1: Fernando Alonso y Esteban Ocon. Y Drogba busca que les firmen las camisetas de sus respectivos países y sólo encuentra hombres (Pedri y Mbappé). Todo es una fiesta masculina en la que, por un momento, dejan que baile una jugadora extraordinaria. Podían haber aparecido estrellas femeninas, mujeres que ya han recibido el galardón como Rapinoe o Hegerber, la compañera y también candida Lieke Martens o Vero Boquete, varias veces nominada al premio de la FIFA o The Best y uno de los iconos del fútbol español. No. La gala sólo tenía ese momento para ella. El resto del protagonismo era masculino y los hombres de France Football, en su caballerosidad y gentileza, tuvieron a bien dejar bailar a Alexia Putellas un ratito.

En España, la gala además se siguió por distintos programas de radio y por Mega en Televisión y, evidentemente, la presencia de "expertos" y "tertulianos" en fútbol masculino, porque esa es otra de las tónicas habituales en nuestro panorama audiovisual, los expertos lo son de fútbol masculino y desconocen probablemente a la premiada y con toda seguridad al resto de candidatas. Es curioso, porque estoy plenamente convencido de que quienes siguen el fútbol femenino e informan a diario sobre sus competiciones sí conocen de sobra a los referentes del fútbol masculino y sus competiciones, pero no ocurre al revés, lo que demuestra, una vez más, el machismo de la prensa deportiva. Imagínense esa gala con Roncero, Lobo Carrasco, Pedrerol, Petón y Buyo comentando el Balón de Oro Femenino o las posibilidades de que se lo llevara Samantha Kerr o Vivianne Miedema. 

La gala de France Football y la forma de contarla y retransmitirla desde España fue una evidencia del machismo que reina en el mundo del deporte y en la prensa deportiva, una especie de concesión en vez de un mérito real, una imagen impostada de igualdad, de feminismo, una especie de reclamo que destilaba machismo por todos lados como la canción de Melendi, en la que el protagonista sigue siendo el hombre, por muchos méritos y muy buena que sea la jugadora. Y el feminismo ya se ha cansado de entender lo que le pertenece como una concesión, como un permiso, y por eso el machismo se muestra ahora más beligerante y grosero, porque ve que ya bailan sin pedir permiso, que juegan sin pedir permiso, que son protagonistas por ellas mismas y con los mismos motivos que los hombres, y eso les aterra a los machistas mediocres que entienden que si el mundo alcanza una igualdad real, perderán su lugar protagonista porque será más evidente su mediocridad ante el talento de muchas mujeres a las que invisibilizaban y, luego, le dejaron un sitio, le dejaron bailar. Ahora, serán apartados porque el feminismo sabe que es tiempo de igualdad y méritos, que aquí no se pide permiso ni lo tienen que dar los hombres.

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Si estás aquí, supongo que ya me conoces. Si no, descubreme a través de mis letras. Coge tu linterna, mágica por supuesto, y busca en este oscuro cajón tu cuchillo de palo. Soy lector selecto, es decir, leo poco, por lo que no intentes encontrar un lugar repleto de literatura. No intentes encontrar tamcpoco un lugar repleto de bellos versos o relatos hondos, pues casi no escribo. Trata de divertirte en este desorden, en esta atalaya desde la que divisaremos nuestra realidad.